sábado, 30 de enero de 2010

José Martí en Guatemala. Evocación. Por Vick Miller

Algunas imprecisiones de redacción en la misma evocación publicada ayer, me obligan a repetirla. Ruego disculpen las milestias.

José Martí es todo un joven cuando arriba a Guatemala. Llega triste, pobre y desconocido. Le acompañan tan solo cartas de recomendación para personalidades de ese país, incluyendo una pra el presidente de la república.

Un bayamés, José María Izaguirre , director de la Escuela Normal es a quien primero visita y conquista con su juventud y elocuencia. Poco después, el propio Izaguirre le integra a su claustro. encrgándole los cursos de Historia y Literatura.

Luego visita acompañado por el Director de la Escuela Normal al Presidente de la República de Guatemala, quien les recibe cortés y afectuoso les interpela: Conque cubano... ¿Eh?...Aquí queremos mucho a los cubanos. Que se lo diga Izaguirre. ¿No es así?
Izaguirre asiente y al joven Martí le cae bien este hombre que ha tenido el atrevimiento de reconocer oficialmente a la lucha por la independencia de Cuba.

En una de las veladas de la Escuela Normal habla José Martí. El tema: La Oratoria. Con voz serena va desbordándose su elocuencia, los gestos viriles e intensos, fastuosas las imágenes, a tal extremo que los letrados presentes le escuchan asombrados, dejándose arrobar por la magia sostenida del cubano. Una joven, en particular, no aparta sus ojos del rostro de quien así habla, ella es María García Granados. Luego el aplauso entusiasmado .
Desde que el joven Martí pronuncia sus discursos, le rodea una aureola de afectos y admiración. Donde quiera es observado con simpatías.

Ahora, las fiestas teatrales de la Escuela Normal se suceden;en todas María García Granados forma parte del programa. Tiene 20 años, voz cálida, rostro pálido y fino y Martí ya le ha descubierto un vago amor dormido en la mirada intensa de sus ojos.Los versos que le escribe en el álbum están adorndos de galanterías; cuando ella se sienta al piano la dulzura de su voz le enternece, así la guatemalteca le atrae cuando visita a su padre el General García. En una de esas ocasiones escribe en el perfumado álbum: Con amor fraternal habla el procrito...El joven no se percata, pero cuando él visita este hogar ella palidece para luego ruborizarse.
Cuando canta junto al piano su melodiosa voz inunda los salones y pasillos, la solicitud del joven proscrito teje en su interior una desconocida esperanza.

En la casa del General halla Martí el familiar cariño, que le ayuda a compensar la ausencia de los suyos, y a él le urge esta cálida relación que le conforta.
María suele con timidez solicitarle escriba algunos versos en su álbum. Insiste:¡ Los aprecio tanto! El con amistad le responde: Para usted, mi dulce amiga,la musa que me acompaña siempre tiene algún sueño que convertir en poesía.
El joven Martí le escribe cuidadoso, siente que algo muy profundo intenta extenderse entre él y María: A tí va alegre mi canción de hermano,-cuán otro el canto fuera- si en hebras de tu trenza se tañera.
La esquivez fraternal de los versos estremece a la joven. María se lleva el tenue pañuelito a los ojos enrojecidos y de momento huye del mirador, mientras el joven la observa entristecido.

No vuelve a verla hasta semanas después en la feria de Jocotenango. El cohe del General García, donde también van su esposa e hijas le pasa muy de cerca: ese mismo día, en horas de la tarde recibe una nota en que se le invita al hogar donde siempre se le acoge con cariño.
María está muy pálida.Los jóvenes intercambian entre sí palabras cuidadosas, difíciles; la tarde va cediendo y el proscrito, en su interna soledad teme a la noche que cargada de estrellas y perfumes se avecina. Por ello con premura se despide.
Días después,conversa con el General García. Le confiesa que pronto se casará en México. Allá le espera Carmen Zayas Bazán, una cubana a quien se ha comprometido en matrimonio; el General afectuoso le reprende: ¿Y es que usted, joven, no ha encontrado para su propósito de matrimonio ojos más bellos en Guatemala.
Martí preocupado le responde: Muy bellos los hay General...pero la palabra empeñada obliga...¡Usted me comprende mi estimado amigo!
Todavía vuelve Martí a la casa del General García y allí la mirada triste de María le enajena; el diálogo con la Niña se hace íntimo. Ella le reprocha por falar a la sinceridad en sus versos, por la magia ensoñadora que sin pretenderlo la hechizara.
El con franqueza le responde: María querida, nunca dejé de ofrecerle mi sincero afecto de hermano, de amigo. Usted lo leyó siempre en su álbum. María ya conoce el día de la partida de Martí hacia México, así que cuando va a despdirse del General, ella lo solicita:Pepe, por favor, venga acá. Tome esta almohadilla de olor, mi buen amigo, guárdela, da buena suerte y usted la merece. Él recibe el recuerdo que preparara María donde un bello bordado hace trascender la presencia de la Niña.
Anonadado Martí calla, pero de pronto un impulso impremeditado le lleva a besarla con unción en la frente que abrasa.

Martí ha viajado a México, pero allí su estancia es breve. El propio día en que concluye su licencia regresa con Carmen Zayas Bazán del brazo . Ella s ya su esposa. Esa misma tarde , al pasar frente a la casa del General, cree el proscrito observar una figura que se ha insinuado en el mirador. El cubano siente muy dentro del corazón los helados dedos de lo definitivo.
Días más tarde le visita el General García. Se excusa de que María no le acompañe a conocer a la bella cubana, pues no está del todo bien. Les ofrezco mis disculpas, porque no me acompañe. Mi locuela, una tarde, ya a deshora se entró en el río. Desde entonces vienen dándole fiebres. Son cosas de gente joven, pero, amigos míos no olviden visitar mi casa, para que las niñas conozcan a Carmen,que es muy bella, con el perdón de nuestro Pepe.

A los pocos días, Martí conoce por Izaguirre que María está muy grave, el duda en visitarla, algo le susurra ls palabrs del adios postrero. A la mañana siguiente, las campanas de la Recolección doblan a muerte. Martí presuroso acude a la bóveda helada. Todas las miradas en aquel silencioso reciento convergen sobre el joven. Él, callado se aproxima al féretro en que reposa María García. Al llegr junto a éste con infinita tristeza besa la mano afilada de la Niña y luego, conmovido besa sis diminutos zapatos blancos.

Guatemala entera se echa a la calle, es acontecimiento la muerte de la hija del General García. Las flores cubren el ataud que es conducido en hombros hasta el cementerio. Cuando todo termina, Martí e Izaguirre quedan rezagados y se miran a los ojos en silencio. Luego calladamente salen. El joven proscrito lleva en el alma unos versos que ya le atenazan:
-Quiero a la sombra de un ala,contar este cuento en flor:
La Niña de Guatemala...la que se murió de amor.
Eran de lirios los ramos y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos en una caja de seda.
Ella dio al desmemoriado una almohadilla de olor,
él volvió, volvió casado, ella se murió de amor.
Se entró una tarde en el río, la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío, yo se que murió de amor.
Allá en la bóveda helada la pusieron en dos bancos,
besé su mano afilada, besé sus zapatos blancos.
Como de bronce candente el beso de despedida...
era su frente, la frente que más he amado en mi vida.
Callado al oscurecer, me llamó el enterrador.
Nunca más he vuelto a ver a la que murió de amor.

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