viernes, 21 de mayo de 2010

Poema El Padre Nuestro. Manuel Navarro Luna. Enero 28,1953

Homagno generoso,
Padre nuestro..!
La Patria fina,
transparente y radiante;
la Patria unida y fuerte,
sin amos y sin yugos;
la Patria cristalina y pura;
la Patria honda,
honrada,
próspera,
feliz,
respetada
y amada...
La que forjó la sangre y el metal de tu sueño...!
"La Patria con todos y para el bien de todos"...
la tendremos un día...!
Sí, Padre, la tendremos..!
La tendremos...!
Aún trabaja tu sangre;
aún los latidos de tu pensamiento
resuenan en la sombra desvelada;
aún sentimos el fuego
de tu espíritu abriendo los surcos anhelantes;
aún la campana de tu frente,
con la opulenta voz de sus relámpagos,
socava la negrura cómplice del silencio
podrido y tenebroso; aún tu palabra ardiente
cruza como una ráfaga de soles,
como los pasos firmes e inflamados del viento;
como un tumulto de banderas libres;
como una llama de clarines jóvenes;
como una aurora resonante de libertadores aceros...!

Padre,
Padre nuestro...!

Todo lo que tú ves,
todo lo que estás viendo,
toda la podredumbre que se muestra a tus ojos;
la carroña infernal que se arrastra viviendo;
que no quiere la estrella porque ilumina y mata;
pero sí el yugo para uncirse al yugo
porque con él se goza; los miserables cuerpos
que huyendo de la estrella la traicionan
cada vez más hundidos en la infamia. Los negros
estandartes del lodo; la "rica y ancha avena
y la caliente paja"...¡Los caminos abyectos
que erigen la conciencia de la sombra y el crimen...
¡todo esto
lo verás derribado por la estrella iracunda,
encendida en los hombros de tu pueblo...!
¡La misma estrella que lució en tu frente
ya tú de píe en el yugo,
Padre nuestro!
Delante de las rojas,
de las abiertas y hondas heridas de tu sueño;
frente al dolor en cuyas negras zanjas
los nobles oriflamas se abatieron
como alas destruidas, se alza el pecho
de la infinita luz que aún conduce tu frente
para quemar los cercos de la muerte, los cercos
del mal y del oprobio...¡Ya veremos
derribadas las sombras;y los viles,
los que a la Patria dolorida hundieron
en la deshonra y en el fango, todos
arderán en la llama, en el terrible fuego
que derrama la estrella,
Padre nuestro...!
Estas columnas lívidas de llanto;
estos charcos de horror donde los harapientos
niños están jugando con las lágrimas;
esta Patria con amos y estos hombres famélicos,
(¡campesinos que esperan, tan solo, la injusticia
que ha de venir, al cabo, a aroojarlos al medio
de los caminos, Padre nuestro...! (¡Tantos libertadores
a quienes ha robado su tierra el extranjero...!

Estas rosas de espanto;
estas vertientes frías del hambre,
y el desprecio
a los propios hermanos, a los hermanos negros...!
Como si alguien pudiera ser más grande que Antonio,
el Capitán tremendo
que a punta de coraje, de vergüenza y de sangre
la Patria libertó, para que en ella
sembraran sus latidos los blancos y los negros...!

Detrás de esta tiniebla dilatada;
de este cáliz de horror, de los horrendos
paisajes de la muerte, se alza el monstruo
el que tus ojos vieron
y en cuya entraña tu viviste..!¡El monstruo
imperialista que estrangula pueblos
desunidos y débiles, entregados por cómplices
del invasor, vendidos a los treinta dineros
que Judas recibió! La Patria nuestra
traicionada, agoniza en el madero;
pero sabe que tú no la has abandonado
y que tu propia voz y tu propio denuedo
están en la batalla final, mientras tus sienes
delirantes alumbran el redentor sendero.
¡Padre!
Padre nuestro...!
Qué larga esta agonía...!
Qué graves y profundos sufrimientos...!
Qué sangrientas caídas..! Qué cobardes traiciones...!
Qué asechanzas sombrías y qué golpes arteros...!
Qué pozos y qué espumas infernales...!
Qué corrientes de sombras y de cieno...!
Pero sobre la sangre, sobre el dolor, sobre la muerte,
con nuestros propios doloridos pechos
y ayudados por tí, de pie en el yugo
alzaremos la Patria, la alzaremos,
ya libre de miserias y traiciones,
por encima de todos los oscuros acechos;
forjada por tu sangre que nos guía;
por la esperanza, en filos, de tu sueño;
forjada por tu luz inacabable...
¡Homagno generoso!
Padre nuestro!

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