Padre, yo se que el valor
inmenso de tu cariño
me acompañó desde niño
disipando mi temor.
Hoy que un cielo sin color
es techo para tus huesos
y que el frío en sus excesos
te hiela en el Campo Santo
teje mi décima un manto
para abrigarte con besos.
En ese país adverso
yo se que los desengaños
pusieron nieve en tus años
y silenciaron tu esfuerzo.
Por volver te supe inmerso
desde aquella costa gris;
pero el retorno feliz
era solo una quimera
añorando la bandera
de tu entrañable país.
Hoy Padre por ser tu día
cuando es más clara la huella
de los recuerdos: tu estrella
se enciende en la lejanía.
Tomo una flor de alegría
para andar la evocación,
como si en esa emoción
de tu intangible regreso
Papá me dieras un beso
muy dentro del corazón.
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