domingo, 5 de diciembre de 2010

El General Antonio. Crónica. Vick G. Miller

El General Antonio. Vick Gómez Miller

¡Si hablaís de la vergüenza;
Si quereís señalar las altas cumbres del decoro…
Sobre llamas y túmulos y banderas estremecidas
Tenéis que alzar la voz y dar el nombre puro y hondo.
¡Tenéis que dar la excelsitud de un grito:
¡El General Antonio!
Acampado en San Pedro se encuentra el Lugar Teniente General Antonio
Maceo y Grajales. Ha llegado enfermo. Tiende la hamaca. Se recuesta sobre el almohadón de ella, sin las botas de montar. Sin el machete y sin el revólver, si bien al alcance de la mano los instrumentos de guerra. Cerca del pabellón del General estaba el caballo dócil, desensillado y sin freno. El campamento tranquilo. Es el siete de Diciembre de 1895. Son las tres menos cinco minutos de la tarde cuando se escuchan disparos.¡ Fuego en San Pedro! Exclamó el General Juan Delgado.
El descuido manifiesto de las patrullas exploradoras que el General Maceo ordenó a Delgado enviar en seguimiento de la columna española salida en la mañana de Punta Brava y la mala colocación de las avanzadas del campamento por el capitán Andrés Hernández permitieron a la guerrilla de Peral, caballería que formaba la vanguardia de la columna española al mando de Cirujeda avanzar sin encontraron obstáculo alguno en su sigiloso avance sobre el rastro de Maceo hasta hallarse frente al refugio cubano de la Matilde.. Los jefes y oficiales de las fuerzas habaneras con un grupo de cuarenta jinetes, cargaron al machete a la guerrilla de Peral expulsándola del campamento.,
Maceo necesitó apoyo para pararse de la hamaca. De inmediato llegó hasta su lado su ayudante el teniente coronel Manuel Piedra a quien ordena:¡Traiga un corneta para ordenar la carga!
Necesitó Maceo diez minutos para vestirse del todo, ceñirse el cinturón que sostiene el machete y el revólver y ensillar el caballo, faena que practica personalmente en los casos bélicos para estar seguro sobre los estribos. Entonces con un ademán terrible mostró la senda de la batalla a los más conocedores del terreno.¡Por aquí!-dijo en tono imperioso, y espoleó el corcel…Salvó Maceo el muro de piedras que servia de límite a la finca. La gente abrió el portillo para que pasara el General y la comitiva que le acompaña. Divisan entonces las líneas españolas con perfecta claridad a pesar del sol y el humo de los disparos. Al ver al grupo agresivo dijo: ahí están. ¡arriba!
Y dirigiéndose al Comandante Juan Manuel Sánchez, jefe de su pequeña escolta, tocándole con el machete:¡Joven hágame cargar a su gente! Y enseguida al brigadier Pedro Díaz.: Usted flanquee por la derecha. Una valla de alambre nos separa de los soldados españoles .¡Joven, vuelve a decirle a Sánchez-piquen la cerca! Y mientras este se desmonta, con diez o doce hombres más, cayéndole al parapeto de alambres; Maceo pone el brazo con la brida, sobre el hombro izquierdo del Brigadier Díaz al tiempo que exclama: ¡Esto va bien!... Es entonces cuando un aguacero de proyectiles apenas les deja terminar la faena y al erguirse Antonio Maceo una bala le alcanza en el rostro. Se mantuvo dos o tres segundos a caballo, soltó las bridas, se le desprendió el machete y se desplomó. Cayeron también junto a él, doce hombres de la escolta de Sánchez. Los españoles arreciaron el fuego para disolver al grupo comprendiendo que allí ocurría algo muy grave e inesperado.
Juan Manuel Sánchez levanta a Maceo moribundo, lo sienta y le habla?:¿Qué es esto General? ¡ Eso no es nada! ¡No se amilane! . El General Maceo abrió los ojos y expiró. Aún lo alcanzó otra bala española en el pecho.
El intento de ponerlo sobre el caballo y sacarlo de allí fracasó. El grupo de oficiales gravemente heridos se retiró y quedó solo el cadáver de Maceo. Al Cuartel General donde se hallaba Panchito Gómez Toro reponiéndose de un balazo sufrido, llevaron los heridos la noticia de la muerte de El Titán de Bronce, y Panchito conmovido decide morir al lado de Antonio Maceo. Al llegar junto al cadáver abandonado, al prorrumpir en ayes de dolor, una bala lo derriba sobre el cuerpo inanimado de Maceo. En una hoja de papel pudo aún escribir:
Mamá querida
Papá, hermanos queridos:
Muero en mi puesto, no quiero abandonar el cadáver del General Maceo y me quedaré con él. Me hirieron en dos partes. Y por no caer en manos del enemigo, me suicido. Lo hago con mucho gusto por la honra de Cuba.

Cuando habléis de la Patria,
Si queréis señalar las altas cumbres del decoro
En la cumbre del hombre…buscad entre latidos de montañas,
Sobre raíz de trueno y palpitar de troncos,
La presencia profunda que nos cerca y nos manda:
¡El General Antonio!
Navarro Luna se que estarás satisfecho: ¡Y Panchito tambien!

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