sábado, 26 de febrero de 2011

Una extraña experiencia difícil de olvidar. Por Vick G. Miller

La experiencia que les ofrezco en El Amor es un Caminante, quizas guarde relación
con un hecho que les haya acontecido al borde de la muerte.
Si es así les aguardo en este blog que espero sea para ustedes un sitio de interés.

Una extraña experiencia difícil de olvidar.¿ Conoce usted alguna similar?

Los hechos ocurrieron en mi infancia, tendría yo unos 10 años de edad, cuando decidí
Arriesgarme a descender una calle de bajada muy pronunciada que se construía para facilitar el ascenso y el descenso por un calle denominada Joaquín Oro. Pero estos son detalles secundarios así que entrremos de lleno en los acontecimientos. Mi mamá con abnegados scrificios me adquirió una bicicleta que por entonces se vendían a plazos y mi trajinar en ella me llevó a descender por la calle de referencia, que recuerdo era de tierra sobre la que trabajaban equipos mecánicos. El día era sábado y ni corto ni perezoso ascendí con mi bicicleta azul y blanca llevándola de mano pues subir pedaleando era imposible.
Ya en la cúspide miré el peligroso descenso y no le temí, al contrario, decidí con sorprendente valentía hacerlo con las manos sueltas, es decir sin aferrarme del timón.
Así comencé y de pronto recuerdo que exclamé: ¡ Ay mi madre! Luego desde cierta altura en que
En el aire me encontraba veía mi cuerpo derrumbado boca abajo y a un lado la bicicleta azul y blanca.
Ví entonces desde el lugar en me encontraba a unos metros de altura a una mujer negra y gruesa con un delantal blanco salir de una casa ubicada a un lado de la calle llevando en sus manos un recipiente de metal y al llegar junto a mi cuerpo exangüe vertió sobre mi cabeza toda el agua que éste contenía..
No se cuento tiempo transcurriría pero recobré el conocimiento y entonces inquirí de las muchas personas que se habían acercado a socorrerme ¿ dónde se encontraba la señora negra y gruesa que había salido de una de las casas laterales con un recipiente en las manos y me había arrojado el agua sobre la cabeza.. Al describirla con tanta precisión todos me miraban sorprendidos, porque en esos momentos, según ellos, yo me encontraba totalmente desvanecido sobre la tierra y no había visto a aquella generosa mujer que me auxilió. Yo de inmediato algo atontado recogí mi estropeada bicicleta y llevándola de mano me apresuré en llegar a mi casa. Mi Mamá al ver como llegaba yo llevando la bicicleta, mojado y muy golpeado me llevó hasta mi habitación y me sentó en la cama y ella se sentó también a mi lado. Luego nada más recordé, porque me desvanecí.
Luego supe que había estado tres días inconciente y que no dejaba de pedirle a mi acongojada madre: ¡ Rescátame Mami ¡…¡ Rescátame ¡ hasta que volví en mí!. Sobre el lado derecho de mi frente a la altura del comienzo del cabello se observaba un inflamación que con el tiempo dio paso a una depresión, como si en aquel lugar el hueso frontal se hubiera fracturado. Todavía puedo observarla cuando estoy frente al espejo y me recuerdo con toda claridad del atrevido descenso, de la mujer negra que me auxilió, de mi Mamá muy acongojada sentada a mi lado en la cama.¡Nada más! Por ella., mi hermana y mis tías supe de mi, digamos: ultraterrenal reclamo de ¡Rescátame Mami! ¡Rescátame! Ah y aun me veo flotando en el aire mientras observaba mi desvanecido cuerpo, de la bicicleta azul y blanca tirada a mi lado y de la inesperada y generosa negra que arrojándome agua sobre la cabeza me devolvió a la realidad.

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