La experiencia que les ofrezco en mi Blog El Amor es un Caminante, quizás guarde
relación con algún acontecimiento vivido por ustedes. Tales experiencias suelen ocurrir,
según he leido: al borde de la muerte.
Una extraña experiencia difícil de olvidar.¿ Conoce usted alguna similar?
Los hechos ocurrieron en mi infancia, tendría yo unos 10 años de edad, cuando decidí
Arriesgarme a descender una calle de bajada muy pronunciada que se construía para facilitar el ascenso y el descenso . Pero estos son detalles secundarios así que entremos de lleno en los acontecimientos. Mi mamá con abnegados scrificios me adquirió una bicicleta que por entonces se vendían a plazos y mi trajinar en ella me llevó a descender por la calle de referencia, que recuerdo era de tierra sobre la que trabajaban equipos mecánicos. El día era sábado y ni corto ni perezoso ascendí con mi bicicleta azul y blanca llevándola de mano pues subir pedaleando era imposible.
Ya en la cúspide miré el peligroso descenso y no le temí, al contrario, decidí con sorprendente valentía hacerlo con las manos sueltas, es decir sin aferrarme del timón.
Así comencé y de pronto recuerdo que exclamé: ¡ Ay mi madre! Luego desde cierta altura en que me encontraba en el aire veía mi cuerpo derrumbado boca abajo y un lado la bicicleta azul y blanca. ví también a una mujer negra y gruesa con un delantal blanco salir de una casa ubicada a un lado de la calle llevando en sus manos un recipiente de metal y al llegar junto a mi cuerpo exangüe vertió sobre mi cabeza toda el agua que éste contenía..
No se cuento tiempo transcurriría pero recobré el conocimiento y entonces inquirí de las muchas personas que se habían acercado a socorrerme ¿ dónde se encontraba la señora negra y gruesa que había salido de una de las casas laterales con un recipiente en las manos y me había arrojado el agua sobre la cabeza.. Al describirla con tanta precisión todos me miraban sorprendidos, porque en esos momentos, según ellos, yo me encontraba totalmente desvanecido sobre la tierra y no había visto a aquella generosa mujer que me auxilió. Yo de inmediato algo atontado recogí mi estropeada bicicleta y llevándola de mano me apresuré en llegar a mi casa. Mi Mamá al ver como llegaba yo llevando la bicicleta, mojado y muy golpeado me llevó hasta mi habitación y me sentó en la cama y ella se sentó también a mi lado. Luego nada más recordé, porque me desvanecí.
Después supe que había estado tres días inconciente y que no dejaba de pedirle a mi acongojada madre: ¡ Rescátame Mami ¡…¡ Rescátame ¡ Así me cuentan estuve 72 horas hasta que despertér. Sobre el lado derecho de mi frente a la altura del comienzo del cabello se observaba un inflamación que con el tiempo dio paso a una depresión, como si en aquel lugar el hueso frontal se hubiera fracturado. Todavía puedo observarla cuando estoy frente al espejo y me recuerdo con toda claridad del atrevido descenso, de la mujer negra que me auxilió, de mi Mamá muy acongojada sentada a mi lado en la cama.¡Nada más! Por ella.,. por mi hermana y mis tías supe de mi, digamos: ultraterrenal reclamo de ¡Rescátame Mami! ¡Rescátame! Ah y aun me veo flotando en el aire mientras observaba mi desvanecido cuerpo, de la bicicleta azul y blanca tirada a mi lado y de la inesperada y generosa negra que arrojándome agua sobre la cabeza me devolvió a la realidad.
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