lunes, 25 de abril de 2011

El Bravo Ché Miguel el Vigilante Nocturno frente al cementerio local.

El Bravo Ché Miguel el Vigilante del Kiosco frente al Cementerio Local. Por Vick Gómez
Y Arístides Guerra.

La hechos que hoy publicamos por primera vez luego de 40 años de ocurrir los mismos
Constituyeron una interesante experiencia de nuestra juventud.
Arístides Guerra era el compañero de tareas que la Dirección de Obras Públicas en
Manzanillo nos había asignado. En la ocasión haciamos un censo del tránsito en las carreteras
Que convergían en la Ciudad del Golfo del Guacanayabo. Así una tarde bien avanzada
Conocimos a un hombre de unos 45 años que recibía un salario por cuidar el kiosco ubicado
Frente a la entrada principal del cementerio local.
Mi amigo y yo dedicados a poner en dudas todas las historias del más allá, inquirimos de
Aquel cuidador que seis noches a la semana permanecía a unos 10 metros de la entrada
Cementarial . ¿Oiga Che Miguel?- como era conocido por todos en aquel lugar- ¿Usted en
Esas largas noches de vigilia, protegiendo al kiosco ha escuchado ruidos o voces que
Procedan de su interior?. El Che Miguel bajando la voz nos confesó: Lo que les voy a decir
A nadie se lo digan, porque eso puede generar el pánico en el vecindario. ¿Entendido?
Mi amigo Arístides me miró e hizo un guiño de ojos y prosiguió: No señor Che Miguel,
Es que nosotros le admiramos su valentía de estar seis noches cada semana en este lugar
Lúgubre. Esta última palabra nunca supimos si la comprendió, pero comenzó su
Relato. Todas las noches escucho ruidos, voces, aullidos¿ qué se yo? Que vienen de ahí
Adentro. Y Arístides volvió a la carga: ¿Pero usted nunca a echado a correr al escucharlos?
¿Yo? Respondía Ché Miguel: Jamás tuve miedo a los muertos y menos con este revólver
Calibre 38 y este machete?
Los elogios que le tributamos al Ché Miguel le dejaron pavoneándose. Y ya alejados del
Cementerio le propuse a mi compañero Arístides con quien compartía criterios ateístas
Un tanto alardosos penetrar ese mismo día por la noche al cementerio brincando su cerca
Por el fondo y aproximarnos a unos 30 o 40 metros de la entrada y detrás
De las tumbas y mausoleos que allí se encuentran llamar al Ché Miguel cambiando la voz.
Así hicimos esa misma noche. Por el fondo del cementerio saltamos la tapia, y Arístides cayó
Sobre el osario, donde se amontonaban los huesos por estar en reparación. Pero eso no nos . detuvo. Y caminamos un buen trecho hasta llegar cerca de la puerta con barras de
Hierro y su fuerte candado de bronce.
Y desde allí comenzamos a llamar al vigilante del kiosco con voces roncas y sostenidas¡Che
Miguel! ¡Che Miguel espérate un momento que vamos para allá contigo!
No fue necesario repetir el llamado porque el Ché Miguel puso piés en polvorosa y hasta
Tropezó con una yegua que dejaban amarrada cerca del kiosco custodiado.
Retornamos al fondo del cementerio, y como entramos, salimos brincando su tapia y
Dejando el camino tras el cementerio y bajando por la carretera que va de Manzanillo al
Municipio de Campechuela nos dirigimos a la calle que lleva a la entrada del Campo Santo.
En la esquina de la entrada se encontraba un Servi Centro de venta de combustible y allí
Sudoroso y angustiado estaba el Ché Miguel que al vernos de inmediato se aproximó
Tembloroso y nos contó.: ¡Oigan qué mal momento he pasado!
Y yo le pregunté :¿qué le ha ocurrido?...Entonces aquel vigilante nocturno, moreno de
Color, pero ahora blanco todavía por el susto pasado, nos dijo:¡Ustedes fueron los del
Mal augurio! ¡Me trajeron a los muertos del cementerio!
¿Cómo es eso? Inquirió Arístides fingiendo sorpresa.
Y entonces con todos los detalles y otros que le adicionó el Ché Miguel nos impuso de
Las voces que a las doce de la noche empezaron a llamarle desde dentro del cementerio.
Ah…le dije, eso fue su imaginación, ya verá hoy cuando vuelva a ser de noche y regrese
A custodiar el kiosko como ningún muerto le va a llamar.
¿Qué usted dice? Me interrogó el ahora temeroso custodio. ¡Esta noche que cuide el
Kiosco el dueño. Por que éste e que está aquí no se arrima por ese lugar de día, ni a
Ninguna hora ¿ Qué me coja yo en eso? Nosotros no le contamos de la broma que , le habíamos hecho y nunca lo hicimos.
Luego nos relataban los que conocen al Ché Miguel que él mismo aseguraba que a
Través de los barrotes de la puerta del cementerio aquella noche del susto de su vida:
Habían salido los esqueletos a perseguirle. Arístides Guerra y yo, por muchos años, cada
Vez que nos encontrábamos y evocábamos el susto que le provocamos al Ché Miguel,
El custodio del kiosco frente al cementerio que le llevó a alejarse a la carrera de su
Puesto de vigilancia al escuchar nuestros quejidos y hasta hacerse caca en los pantalones,
Terminábamos la charla a toda risa.

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