De algún lugar del tiempo la rescato
desde donde me mira sonriente
y retorna en las sombras del poniente
cuando no me resigno a su retrato.
Del campo santo hasta la casa trato
que regrese mi Amada que está ausente,
mientras a solas lloro tristemente
enajenado en el vacío ingrato.
Porque no soy feliz en la doliente
soledad que se adueña de mi mente
y la alucina siempre en el sillón
y pongo allí mi abrigo en desvarío
para darle calor si siente frío
aunque no le palpite el corazón.
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